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En los primeros años del siglo en que nos hallamos, el vulgo no conocía en el Norte más héroe que Carlos XII. Su valor personal, más propio de un soldado que de un rey, y el esplendor de sus victorias -e incluso de sus derrotas- impresionaban a todos, cuyos ojos se fijan con facilidad en estos grandes acontecimientos, y no ven las labores largas y útiles. Los extranjeros dudaban entonces incluso de que las empresas del zar Pedro el Grande pudieran sostenerse; han subsistido y se han perfeccionado, especialmente bajo la emperatriz Isabel, su hija. Ese imperio se cuenta hoy en día entre los estados más florecientes, y Pedro está al nivel de los más grandes legisladores. Aunque, desde el punto de vista de los sabios, sus empresas no tuvieran necesidad de triunfar, sus éxitos han afirmado por siempre su gloria. Hoy en día se considera que Carlos XII merecía ser el primer soldado de Pedro el Grande. El primero no ha dejado más que ruinas, el otro es un fundador en toda regla. Osé mantener casi la misma opinión hace treinta años, cuando escribí la Historia de Carlos. Las memorias que me suministran hoy sobre Rusia me ponen en la situación de dar a conocer este imperio, cuyos pueblos son tan antiguos, y en el que las leyes, las costumbres y las artes son de nueva creación. (Voltaire)
Pubblicato da: Greenbooks Editore
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