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Se busca un hombre que no pierda su individualidad entre la multitud, un hombre que tenga el valor de sus convicciones, que no tema decir "No", aunque todo el mundo diga "Sí".
Se busca un hombre que, aunque esté dominado por un propósito poderoso, no permita que una gran facultad empequeñezca, paralice, deforme o mutile su hombría; que no permita que el desarrollo excesivo de una facultad atrofie o paralice sus otras facultades.
Se busca un hombre que sea más grande que su vocación, que considere una baja estimación de su ocupación valorarla meramente como un medio de ganarse la vida. Se busca un hombre que vea en su ocupación el autodesarrollo, la educación y la cultura, la disciplina y la instrucción, el carácter y la hombría.
Así como la Naturaleza trata por todos los medios de inducirnos a obedecer sus leyes recompensando su observancia con salud, placer y felicidad, y castiga su violación con dolor y enfermedad, así también recurre a todos los medios para inducirnos a expandir y desarrollar las grandes posibilidades que ha implantado en nosotros. Nos incita a la lucha, bajo la cual están enterradas todas las grandes bendiciones, y seduce las tediosas marchas presentando ante nosotros brillantes premios, que casi podemos tocar, pero nunca poseer del todo. Cubre sus fines de disciplina mediante la prueba, de formación del carácter mediante el sufrimiento, arrojando un esplendor y un brillo sobre el futuro; no sea que los duros y secos hechos del presente nos desalienten y ella fracase en su gran propósito. De qué otro modo podría la Naturaleza apartar al joven de todos los encantos que rodean la vida juvenil, sino presentando a su imaginación imágenes de dicha y grandeza futuras que perseguirán sus sueños hasta que se decida a hacerlas realidad. De la misma manera que una madre enseña a su bebé a caminar, sosteniendo un juguete a cierta distancia, no para que el niño lo alcance, sino para que desarrolle sus músculos y su fuerza, comparados con los cuales los juguetes son meras baratijas; así la Naturaleza va delante de nosotros a través de la vida, tentándonos con juguetes cada vez más altos, pero siempre con un objeto en vista: el desarrollo del hombre.
En todos los grandes cuadros de los maestros hay una idea o figura que sobresale audazmente por encima de todo lo demás. Cualquier otra idea o figura en el lienzo está subordinada a esta idea o figura, y no encuentra su verdadero significado en sí misma, sino que, apuntando a la idea central, encuentra allí su verdadera expresión. Así, en el vasto universo de Dios, cada objeto de la creación no es más que un tablero-guía con un dedo índice que apunta a la figura central del universo creado: el hombre. La Naturaleza escribe este pensamiento en cada hoja; lo hace tronar en cada creación; lo exhala de cada flor; centellea en cada estrella.
Pubblicato da: Stargatebook
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